Recuerdo que una de mis hijas, estando en la adolescencia, tenía un examen de matemáticas.
“Tengo miedo”- me dijo.
“¿A qué le tienes miedo?”- pregunté.
“A que me vaya mal”- respondió.
“¿Has estudiado, has hecho todo para que te vaya bien?”
“Sí, pero igual tengo miedo”
Me quedé pensando unos instantes y la invité a hacer un ejercicio.
“Ven, párate aquí, frente a mi”
Frunció el entrecejo con una media sonrisa y me obedeció.
“Estira tu brazo y lleva la mano lo más lejos que puedas”
Lo hizo y se quedó mirándome, esperando yo le dijese algo.
“¿Qué ha pasado?”
“Nada”- me respondió.
“¿Has visto? Eso es el miedo, una idea que está en tu cabeza, algo intangible, por tanto irreal”
Se quedó mirándome, sorprendida, me abrazó y me dio las gracias.
Es asombroso como una alerta que se acciona cuando percibimos una sensación de peligro puede llegar a paralizarnos, muchas veces hasta generarnos malestar físico y nos terminamos convenciendo de que es real porque se ha apoderado de nosotros de tal forma, que ha eclipsado nuestra razón por completo. Existen muchos niveles de miedo, no voy a hablar ahora de ello, probablemente el más primitivo es el que nos protege ante ciertas circunstancias extremas, no es posible no sentirlo pero si aprendemos a gobernar sobre nuestra mente es muy probable que podamos dominarlo. No podemos evitar sentir miedo, pero sí podemos controlar cómo reaccionar ante él.
Atraviesa tus miedos o quedarás atrapado en la inacción
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.